domingo, 26 de julio de 2009

Aniversario de diamante de su sacerdocio.










































































































































































































Totalmente sacerdote, solamente sacerdote


Homilía pronunciada por Mons. Bernardino Piñera Misa de Exequias de Mons. Eladio Vicuña, Arzobispo Emérito de Puerto MonttColegio San Marcos de Santiago, 1 de julio de 2008.




Señor Cardenal Arzobispo de Santiago, Señor Alcalde, Sergio Puyol, hermanos Obispos, y de una manera especial, queridos parientes, familia de Eladio:
Cuando Eladio cumplió 90 años, sus amigos nos reunimos para celebrarlo en la Eucaristía, y la homilía la realizó su primo Mons. Javier Prado, quien antes de empezar nos dijo: “Los que conocen a Eladio no se extrañarán si les cuento que al pedirme que yo me hiciera cargo de la homilía, me envío una nota con las instrucciones acerca de lo que debía y no debía decir. Éstas consistían en que por ningún motivo hablara de él, pero sí del sacerdocio”.
No me siento obligado a obedecer esas disposiciones, porque no me las dio a mí, pero sí me inspiraré en ellas tendiendo presente algo que en sus últimos años decía el Papa Pablo VI: “Los hombres de hoy no quieren maestros, quieren testigos, y solamente escuchan al maestro cuando es también testigo”.
Quiero hablarles del sacerdocio, pero no perderé la oportunidad de hablarles del testigo, porque Eladio Vicuña fue uno de los mejores testigos que yo haya conocido en mi vida de lo que es ser un sacerdote católico.
Según el Antiguo Testamento, el sacerdote se define por tres rasgos: es profeta, es liturgo y es pastor. El profeta no es tanto el que anuncia el porvenir, es el que habla en nombre de Dios, a quien conoce, y que comunica lo que él vive de Dios a los demás. El liturgo es el que conecta a Dios con los hombres y a éstos con Dios, y el pastor es el que conduce a las ovejas donde hay pasto abundante y agua fresca para que puedan crecer y desarrollarse. En el Nuevo Testamento la imagen cambia, se purifica, se sublima: la imagen del sacerdote es Cristo. Cristo que predica el Evangelio, que celebra la Eucaristía en el cenáculo, que padece en la cruz para redimir a los hombres. El sacerdote es un discípulo de Cristo, un hombre que trata de ser como Él, y sigue realizando algo de las tres misiones del sacerdote del Antiguo Testamento.
Eladio fue totalmente y solamente sacerdote. No le conocí ninguna afición, ningún interés, que no estuviera directamente relacionado con su misión de sacerdote. Por eso creo que hablar de él es tal vez la mejor manera de cumplir lo que él mismo le encargaba a Javier.
Ciertamente que toda su vida fue profeta en la línea del Antiguo Testamento. Fue un hombre de palabra, tenía la voz fuerte, clara y persuasiva. Tenía el gesto comunicativo que apoya la palabra. Además tenía la doctrina, el mensaje, que siempre era sencillo, claro, directo, esencial: aquello de lo que vive el Pueblo de Dios. Más que un predicador fue un gran catequista.
Fue también plenamente un liturgo, el hombre del culto divino. Recuerdo que cuando yo era seminarista, nuestro profesor de liturgia quiso llevarnos a una parroquia modelo, donde se vivía la liturgia popular en forma perfecta, y nos llevó a la Parroquia Santa Teresita, donde el párroco era Eladio, en su plena juventud. Recuerdo como él, a este grupo de seminaristas, nos enseñaba la liturgia práctica. En la sacristía nos abría los cajones, todos diseñados por él y nos explicaba dónde se colocaban los purificadores, los corporales. No había detalle en el templo completo que él no lo hubiera estudiado y revisado personalmente para que todo lo referente al culto divino fuera perfecto.
Escribió la obra que ha tenido más ejemplares editados Chile: El Oremus. Dos millones de Oremus han penetrado en el país ayudando a nuestro pueblo a ser cristiano, a vivir su fe, a practicar la oración, a participar activamente en el culto divino.
Cómo se preocupaba de que la iglesia estuviera siempre limpia, que estuviera luminosa, que la gente pudiera ver de cualquier parte el desarrollo de la celebración.
Fue un gran pastor, original e inventivo, que sabía encontrar nuevas maneras de conducir a sus feligreses hacia la plenitud de la vida cristiana. Era un organizador de la vida parroquial. Fue un gran constructor de iglesias. En una oportunidad, cuando estaba terminado su tiempo en Chillán, decidió levantar una capilla anexa a la catedral para que se pudieran celebrar las misas diarias, ser capilla mortuoria, y no abrir la catedral para evitar gastar más de lo necesario en iluminación y vigilancia. Algunos sacerdotes criticaban este gasto que les parecía inútil. Él los escuchó y les dijo: “Tienen razón, hay que atender primero las necesidades de los pobres. A ustedes que son párrocos les pregunto: ¿qué capillas hay que construir en los barrios populares, en el campo, para que nadie carezca de un lugar donde celebrar el culto? Yo me comprometo a construir esas capillas antes que hacer ésta”. Después de sus palabras hubo un silencio. Los sacerdotes tuvieron que reconocer que Eladio, a lo largo de sus años de obispo, se había preocupado de que no hubiera un solo lugar en la diócesis donde no existiera una capilla para adorar a Dios, llenarse del Evangelio y vivir la Eucaristía.
Tenía un don especial para conseguir que la gente lo ayudara a realizar sus obras. Se le veía tan entusiasta en lo que emprendía, tan desinteresado, tan lleno de celo por el bien de las almas, que eran pocos los que se negaban, y muchos colaboraban con gran generosidad. Había desarrollado ese arte de lograr ayuda para hacer el bien. Creo que muchos lo admiraban por eso, y lo apoyaban con gusto. Una vez me aconsejó: “¿Quieres que te den? Agradece. Agradece todo lo que den. Que el que te dio una limosna sepa que tú la recibiste, que la agradeces y que la haz utilizado para bien del pueblo”. Otra vez me dijo: “¿Quieres que te den? Da cuenta de lo que recibes”. Él quería que su trabajo fuera una obra colectiva. Él era animador, y quería que todos se sintieran felices de ser invitados a hacer una buena obra.
Era el amigo de todos. Recuerdo cuántas horas pasaba en el tiempo libre que nos dejaba el Concilio Vaticano II recorriendo los lugares en donde venden medallas, rosarios, porque le quería llevar a cada uno de sus feligreses un recuerdo de Roma bendecido por el Santo Padre para que supieran que se había acordado de ellos.
Para mí es uno de los grandes chilenos del siglo pasado y aun de éste. En el Evangelio de San Juan se lee: “He venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia”. Ese fue Eladio. Él vino al mundo para que por él muchos hombres tuvieran vida y la tuvieran más abundante. Fue un gran comunicador de vida y la gente vivía de eso.
Hasta hace pocos días se podía ver en un barrio popular de Santiago a un nonagenario paralítico bajándose penosamente de un auto y entrar a una escuela a reunirse con un grupo de niños de clase obrera para hablarles de Dios, escuchar sus confidencias y ayudarlos a vivir mejor su vida cristiana. Agotado por el esfuerzo volvía a entrar penosamente en el auto para regresar a su casa. Nunca quiso dejar ese último ministerio sacerdotal que le quedaba: la atención religiosa de los alumnos de las escuelas de Santo Tomás. Ese es el sello de su vida. Un hombre que llega a esa edad, en el umbral de la muerte y no quiere renunciar a hacer el bien, dar a conocer a Dios. Él tuvo vida, bebió vida en Cristo, se llenó de esa vida y la repartió hasta el último instante de su vida, para que quienes lo rodeaban, siguiendo el deseo de Cristo, tuvieran vida, y la tuvieran en abundancia.

† Bernardino PiñeraArzobispo Emérito de La Serena

miércoles, 15 de julio de 2009

domingo, 12 de julio de 2009

Monseñor Eladio Vicuña y San Alberto Hurtado




"Eladio Vicuña saluda cariñosamente al R. Padre Hurtado y le agradece profundamente su bondadosa condolencia y oraciones, por el descanso eterno de su padre. Aprovecha la ocación para manifestar su adhesión entusiasta a las ideas sustentadas en su interesante libro ¿Es Chile un país católico?, con motivo de los recientes ataques. Son cosas que el Señor permite, para probar la virtud del autor. Quien habrá sabido aprovechar bien esta oportunidad.( Archivo CHL S.J., carta del P. Eladio al P. Alberto hurtado.Sin Fecha. Monseñor Eladio sería nombrado obispo mas edelante)



Monseñor Eladio junto a la Accion Católica






Monseñor EladioVicuña junto a San Alberto Hurtado



Siempre había una cola de gente esperando frente a la puerta de su oficina. Innumerables vocaciones sacerdotales surgieron de su ejemplo, porque los jóvenes decían: “Quiero ser como el P. Hurtado. ” (Mons. Eladio Vicuña Aránguiz).